“Vamos por todo” no es solo un lema o un libro, sino también una síntesis del decenio kirchnerista. Raramente un libro tiene un timing y un título tan adecuados para el momento en que se publica. 

"Vamos por todo", el excelente trabajo del economista Eduardo Levy Yeyati y el sociólogo y filósofo Marcos Novaro es, a la fecha, la mejor descripción de los últimos diez años de la política y la economía argentinas. Esto es, de las prácticas y resultados del decenio que se apresta a cumplir -a nivel nacional- el kirchnerismo, y del contraste con el "relato" que se esfuerza en imponer mediante su vasta red de propaganda y medios adictos.

Uno de los logros es el repaso de "las diez decisiones más polémicas del modelo" sin limitarse a un recontó de las mismas, sino desentrañando el contexto en que fueron tomadas, precisando sus resultados, analizando sus interacciones y enmarcándolas en la lógica profunda del kirchnerismo, en la que confluyen autoritarismo político, rentismo económico (prefigurado tanto en la "acumulación originaria" de la fortuna del matrimonio presidencial como en su experiencia de gobierno en Santa Cruz) y, valga la redundancia, voluntad irrevocable de imponer su "voluntad".

Lejos de diferenciar entre "kirchnerismo" y "cristinismo", exégesis que algunos analistas y políticos (en especial, del peronismo) suelen hacer, Novaro y Levy Yeyati argumentan que se trata de dos momentos de un mismo proceso: "uno relativamente moderado (el kirchnerismo temprano), y el otro (el cristinismo) maduro y radicalizado por un contexto económico menos generoso".

De hecho, la primera medida analizada, la intervención del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), fue tomada en la presidencia de Néstor Kirchner. Esa decisión, sostenida a rajatabla hasta la actualidad, fue condicionando y estrechando los límites de la política económica, hasta ponerla en un callejón sin salida, al menos dentro de la lógica kirchnerista. 

Los números son claros: en enero de 2007, cuando Guillermo Moreno entró por asalto al Indec, el riesgo-país argentino estaba 12 puntos (0,12%) por arriba del de Brasil; hacia fin de ese año la brecha se había estirado a 146, a mediados de 2008 (conflicto con el campo) era de 365 y a fines de 2012, de 839.

Similares resultados produjo en los servicios públicos (en particular, en transporte y energía) la constante kirchnerista de minimizar costos y maximizar el consumo a expensas de la inversión en infraestructura, con lo que fue consumiendo capital y reduciendo márgenes. Tanto la crisis y el déficit energético como la masacre ferroviaria de Once, son cosechas de aquella siembra.

Esa terquedad hace que, aunque algunas variables mutaron ("dólar competitivo" y "superávits gemelos" hasta 2006, poco más o menos; retraso cambiario, problemas fiscales y cepo cambiario después), sea incorrecto hablar de "cambios" en la política económica kirchnerista, que fue siempre la misma: "tarifas y tasas de interés por el piso, para subsidiar el consumo (y la recaudación) a expensas del ahorro". Ante cambios de ciclo económico, el Modelo se mantuvo inmutable.

¿Cómo se "profundizó" ese Modelo durante el segundo mandato de CFK? Los autores responden: "Con un Banco Central emitiendo para financiar subsidios de luz y gas, con la prohibición de compra de moneda extranjera o de giros al exterior, con cepo e inflación de insumos industriales, con desempleo en aumento, maquillado por un empleo público también en aumento, que es solventado por dinero del Banco Central y más inflación".

¿Y qué resultados produjo? El crecimiento pasó del 8% en 2003-2007 (por encima del promedio latinoamericano) al 4% en 2008-2011 (igual que la media regional) y 2 % en 2012-2013 (esto es, la mitad del ritmo de crecimiento de la región).

Las chances de que, en este contexto político y económico, el kirchnerismo logre en las próximas elecciones legislativas los dos tercios de las bancas del Congreso que necesita para habilitar la re-reelección de CFK, son mínimas.

De ahí la apuesta a un "cambio de régimen" como el que se intenta ahora mediante la reforma del Poder Judicial. El kirchnerismo busca así dominar por completo el proceso de designación y remoción de jueces (la vía más rápida a la impunidad judicial), limitar los recursos legales de la ciudadanía ante eventuales arbitrariedades del Estado y crear instancias que diluyan el rol de la Corte Suprema de Justicia.

Al igual que intervenciones anteriores, este manotazo autoritario se presenta como "democratizador" y engarza con un discurso épico que todavía logra la adhesión de una parte importante de la población. El libro recuerda que en agosto de 2012 el grupo Carta Abierta enfatizó, en una de sus farragosas epístolas, la necesidad de cambios que establezcan una "barrera antineoliberal" pues, decía, "no puede haber continuidad entre la experiencia política de la que somos parte y esa nueva derecha que quiere erigirse como herencia".

Los cerebros K se asumían así como un grupo no ya de intelectuales de Estado sino de verdaderos barrabravas intelectuales del régimen, que instan no a debatir cambios sino a imponerlos unilateralmente, para resguardar al Modelo de los vaivenes electorales. "Nunca antes un colectivo kirchnerista había dejado tan en claro hasta qué punto el discurso de los derechos y la Constitución misma eran, a los fines del proyecto oficial, un arma como cualquier otra", dice el libro.

El intento de "cambio de régimen" también contiene dos máximas esenciales del kirchnerismo identificadas por Novaro y Levy Yeyati: crear constantemente la sensación de crisis y concentrar el máximo de poder. Hasta ahora ese estilo ha sido políticamente exitoso. La herencia será por cierto pesada, incluso si se logra frustrar la obsesión del "Vamos por todo".

FUENTE:
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