Todo cambio produce, inevitablemente alguna ruptura y el proceso de profundas modificaciones iniciadas en la Ilustración no fue la excepción, la sociedad ya no sería la misma gracias a la introducción de ideas y principios tales como: empirismo, criticismo, el deseo de conocimiento, utopismo, progreso y felicidad, reformismo, entre las más destacadas.

El librepensamiento resultó ser, además de un invalorable avance cultural en la evolución humana, el reservorio donde abrevaron quienes vislumbraron una sociedad más igualitaria, basada en la razón, en la moral laica y en la libertad como derecho inalienable, base de los ordenamientos jurídicos y constituciones que modelaron los nuevos Estados modernos.

Después de la Reforma Universitaria, la universidad argentina inserta su lucha y su continuidad histórica, como elemento fundamental del progreso y la consolidación de un sistema de valores y conocimientos que resultan ser la piedra angular del crecimiento como Nación y el progreso de la población.

Ese progreso no es solamente adelanto material o incremento de la riqueza, sino más bien, una idea compleja que parte de la expansión de la personalidad humana en todos sus aspectos, y la afirmación de la libertad del hombre, de su cultura, espíritu y bienestar, alcanzando su punto máximo en el desarrollo de todos los pueblos.

Nadie niega en la sociedad hoy que la Universidad, debe recuperar su rol institucional de ser el ámbito natural donde las expresiones del pensamiento adquieren el impulso vital para transformar las aristas dolorosas de la construcción social, siendo parte de una vanguardia intelectual que proponga, sostenga y realice los debates de los temas importantes para el país, la región y la provincia partiendo de su análisis y estudio profundo, fundamentales para una acción reparadora de la obra humana.

Solo una universidad libre de interferencias desde el poder político partidario, puede dedicar su energía a transformarse en una herramienta válida de la construcción de la igualdad política. Es cierto que no es el único elemento que contribuye a lograr dicho objetivo, pero también es cierto que en estos momentos particulares de nuestro país, la universidad debe ser el recurso político en mejores condiciones de complementar los procesos de esclarecimiento y formación al alcance de los diversos sectores de la población y de los actores sociales que conforman el escenario nacional.

ESCRIBE:
Reynaldo Martínez Gimenez